TIPS&REFLEXIONES TRAVEL SOLO

No fue la primera vez que me había ocurrido pero sí la primera que sentí, de manera muy clara, que al que viaja solo muchas veces le dan trato de ‘segunda’, o directamente no le atienden. Me ocurrió en Sóller, ese maravilloso pueblo de la Serra de Tramuntana en Mallorca. Una amiga me había hablado de un bar-restaurante que trabajaba muy bien (al parecer, pues nunca he vuelto), las tapas mallorquinas… y aquí empieza la historia de este sitio web.

El aparador daba a una estrecha calle que conecta con la plaza central de Sóller. Sí, donde el banco, sí… por donde pasa el famoso tren de Sóller. El aspecto de las tapas y la manera que tenían de, aparentemente, trabajar el producto se acercaba bastante a esos bares de Oiartzun o la parte antigua de San Sebastián o el propio Bilbao. Poca broma…

Efectivamente, ese… el Ferrocarril de Sòller

Para alguien que cuida de la experiencia gastronómica en los viajes y que además, como he recomendado en alguna entrada, cuando está de viaje cena a la hora que lo hacen los extranjeros si está en España, y a la hora que lo hacen los Argentinos en el resto de Europa, pues no habría problema en pasar un buen rato ahí. Además, a esa hora (un Martes de Septiembre, a las 19 horas), el sitio estaba aparentemente con todas… todas, las mesas y taburetes vacíos. Todas y todos. Entro.

«Lo siento señor, todas las mesas están ocupadas esta noche», me paró en seco un amable encargado (porque era amable el tío, encima). Yo miré las mesas, todas vacías, alguna (sólo alguna), con el letrerito de ‘Reservado‘.

No me dejó, ni quise continuar. Solamente añadió que ‘a partir de las 11’, podría volver. Y sacó el típico cuaderno cutre ese lleno de nombres tachados dando por sentado que yo y mi American Express íbamos a volver a esa hora, faltaría más. Me di la vuelta y me fui en uno de esos momentos ‘Y creanme hente que aunque hubo ruido nadie salió’ que vivimos los ‘Solo Travelers’ de vez en cuando.

Primer consejo en esas situaciones. No digas ni ‘Adios’, ni discutas nada. Date la vuelta y vete. Ni corriendo, ni a paso lento, ni dando un portazo. Si sigue hablando; te da igual y te vas igual porque ese sitio ha recibido la indicación, y muy explícita, del propietario, de maximizar los ingresos por mesa. Y en ese caso, los que viajan solos, sólo pueden sentarse a comer a la hora en que las planchas del local, la cocina, las sartenes… estén llenas de la mierda que ha dejado el cocinar para las parejitas o familias a las que sí van a dar mesa y para los que sí que va a haber hueco junto al ventanal, y que se van a gastar muy probablemente bastante menos por cubierto que tú.

Afortunadamente el sitio estaba (está) al lado de otro que ya conocía ‘Casa Álvaro‘, en el que ya había cenado una vez hace tiempo Cuando entré, el encargado, que aclaro no me recordaba, me dijo claramente: ‘no puedo darte una mesa porque todas las que me quedan son grandes (era cierto, de seis plazas)’, pero yo te hago un hueco en la barra y en cuanto esté una de las pequeñas libre, te paso allí.

Esa noche que ‘cogí el revólver, el puñal, los pesos’ posiblemente por primera vez en mi vida* me gasté unos 73 euros en Casa Álvaro. No digo que sea mucho, ni que sea poco… Pero aunque hubiesen sido 25 o 40, son desde luego 73 más de los que ingresó ese famoso sitio de tapas de Sòller.

Y ahí es donde empezaron las ganas de escribir este blog… Y por cierto: me han seguido pasando cosas así.

*A partir de entonces juré por Dios nunca volver a aceptar trato de este tipo por viajar solo.

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