SAN ANTONIO CORFU RESORT (CORFÚ E NON PIù…)

Pongamos que eres de esos/as que oye la palabra ‘resort’ y (por ejemplo) sale corriendo en línea recta sin importarle atravesar a ciegas el carril bus del Paral·lel o cualquier otra arteria urbana y demencial de cualquier otra ciudad demencial y llegarte hasta donde tus piernas te dejen de aguantar o haya un muro, u otro impedimento sólido o líquido, que te impida seguir. Resort normalmente suena a ‘compromiso’, a ‘fin de trayecto’, a exceso de tumbona, a grupo de cuñadas en viaje de chicas, a pulsera de plástico. Si eres de esos, puede que este artículo sea para ti.

Aún a sabiendas de que no soy del todo justo, y de que la evolución del resort incluso en sus modalidades más estereotípicas, puede estar dejando alguna que otra nota de indudable valor, lo cierto es que el Travel Solo tiende a buscar sitios en los que la narrativa del hotel esté lo suficientemente alineada con el destino como para uno darse cuenta de que realmente está viajando y no yendo a Tarragona, por ejemplo. Porque todo el mundo sabe que en cuanto pisas un hotel de Tarragona o Alicante, te quitan el carné de Travel Solo. 

…todo lo que percibes en Grecia no hace más que corroborar la idea que sentimos todos los que queremos tanto a ese país; hay algo desde el momento que llegas allí que te hace sentir partícipe de todas esas historias basadas siempre en viajes más o menos afortunados pero siempre largos, siempre épicos

Pero es aquí donde voy a llegar a ese momento de mi vida en que hablo bien de un resort. Y es precisamente en estas sabias líneas que vengo a contaros aquel momento en el que el San Antonio Corfú Resort vino a reconciliarme al menos mínimamente con ese apellido que tanto suena a ‘a mí lo que me gusta es que me lo den todo hecho’.

Empecemos porque Grecia merece un blog único para los que aman viajar en solitario. No voy a detenerme a hacerlo pero prometo ir contando historias de alguno de los sitios que más feliz me han hecho en alguno de mis viajes por la patria real de Lord Byron. Viajando al país heleno uno tiene la clara sensación de estar en una tierra hecha para ‘ser viajada’. Ejemplos… Muchos. Sólo es necesario acudir a los clásicos (como primeros cronistas de viajes), o a la propia mitología griega y pensar en los dioses griegos como las deidades que posiblemente hayan viajado mejor ‘ever’, a escritores más cercanos como el mencionado Byron, a Shelley, Miller (no os perdáis su libro El Coloso de Marusi como una de las obras cumbres del viaje individual) u otros tantos que han ido a parar incluso a la isla donde todo este artículo ocurre.

La casa de los Durrell… Al fondo a la derecha (no dejen de probar el restaurante)

En definitiva, todo lo que percibes en Grecia no hace más que corroborar la idea que sentimos todos los que queremos tanto a ese país; hay algo desde el momento que llegas allí que te hace sentir partícipe de todas esas historias basadas siempre en viajes más o menos afortunados pero siempre largos, siempre épicos. Grecia, en definitiva, está hecha de viajes. Y como ejemplo podemos tomar cualquiera de sus innumerables islas.

‘Corfú e non piu’, dicen los venecianos (la isla perteneció a la ‘Serenissima’ y bien que se nota en sus calles y palacios) de una de las pocas islas que sirvió de descanso a Ulises sin someterle a más pruebas que la de dejarle marchar sin pedirle más que, como pago a la hospitalidad que le ofrecieron allí, que simplemente contase su historia. No era poco. Grecia está hecha de gloriosos naufragios. Su héroe más conocido, también. Hicieron falta varios fuegos y un palacio, claro… y una princesa, por supuesto. Nausicaa. Para que toda esta historia fuese contada. Pero sólo me ciño a una cosa; si en la Odisea se describe a la isla como un paraíso, ésto acredito que se mantiene aún muy a pesar de los que la pueden llegar a criticar por ser ‘turística’ desde hace tanto.

Por otro lado, creo que encontrar un hotel donde librarse precisamente del tipo de resorts que hablaba, que sea fiel a lo que es esa isla y, a la vez, tener unos ciertos stándares de exclusividad, no es del todo fácil estés en Corfú o no. Y es aquí donde os recomiendo el San Antonio Corfú Resort por las siguientes razones:

La primera por su apuesta por lo ‘eco’ desde el principio. Su localización: en plena bahía de Kalami, ayuda a ello. El complejo está muy cerca de la casa que precisamente escogió la familia Durrell (encontraréis por cierto ahora una serie bastante bien lograda en Movistar) y que aún es visitable y, además, cuenta con un extraordinario restaurante y bar abierto a una bahía más que apetecible y silenciosa por la noche. Pero, sobre todo; por estar un poco lejos de todo. Su playa es de piedrecillas (no mis preferidas pues prefiero abrasarme los pies como siempre) pero quizá eso sea lo de menos… Cumple con su función y ésto pasaría por ser considerada una playa maravillosa en otros sitios.

Por su piscina-mirador. Silenciosa, insisto. Incrustada en un bosque, como todo el resort y situada en una altura desde la que poder quedarse poco menos que imbécil intentando despegar la vista de ese azul imposible de las islas griegas que hacen parecer que las barcas ‘flotan’ en un aire tan trasparente como el agua. Silenciosa además de por el entorno y porque el resort es Adult Only… por cierto.

Por sus habitaciones, todas con vistas a la bahía, y con una decoración sobria en la que se aúnan las tendencias un tanto ‘nórdicas’ con los toques puramente griegos sin caer en la ceramiquitis folcklórica que algun@s os estáis temiendo. Como ejemplo una foto que he tenido a bien tomar prestada de la web del hotel:

Por su estructura de villas, arropadas por ese bosque de pinos mediterráneos que servirá para refrescar durante el día, y para darle ese ‘je ne sais quoi’ de ruido de fondo de bosque durante la noche veraniega. Y refrescarla, obvio. 

Por sus desayunos… Es sabido que, muy acertadamente, el gremio de hostelería griego pone su sello en los buffet de desayunos cuando un tanto por ciento de las especialidades gastronómicas servidas son autóctonas. Es el caso. Por la mañana encontrarás un servicio simpático, y una mesa bien servida no con el clásico desayuno continental que nos perpetran ya tan a menudo ya estés en Toledo o en Bali.

Finalmente, por la Filoxenia, esa costumbre griega que suena a ese bicho que se merendó la mitad de las vides de Europa pero que consiste básicamente en atender (y querer) bien al extranjero (‘Filos’ y ‘Xenia’), y que es llevada al extremo aquí pero sin agobiar. Todo gracias por un equipo que se desvive por que estés a gusto en el resort y que igual te saluda con dos besos en el desayuno que te habla de la trayectoria como entrenador del Olympiakos de Ernesto Valverde cuando se enteran que vienes de Barcelona. Eso fue lo de menos… (soy del Atletic como todo el mundo ha de saber). 

No te cansarás de recorrer la ciudad de Corfú
(por cierto la más Veneciana de todas las ciudades griegas)

Por último una cuestión para muchos importante; la situacíón del hotel quizá no sea la más ‘cómoda’ para bajar a ‘Corfú ciudad’, cuestión ésta que merece mucho la pena y la merece muchas veces. Corfú es una ciudad de la que hablaré en otra entrada a este blog. Y digo ‘bajar’ pues tendrás que circular por alguna que otra curva por carretera de montaña antes de llegar hasta allí, dejando olivos atrás, pequeños pueblos, y el monte Pantocrator a la izquierda. Muy bonito todo durante el día pero por la noche igual no tanto…

Pero precisamente el sitio merece la pena por eso. Estás tan alejado de todo que corres el riesgo de que el móvil pille la conexión telefónica en la muy vecina Albania, momento ideal entonces para apagarlo, leer, y olvidase del tiempo, que es a lo que se viene a un sitio así.

No olvidemos que Corfú es el sitio donde Ulises naufraga una vez más. Y al ver por primera vez a Nausicaa le diría aquello de ‘A ti suplico, soberana. ¿Eres diosa o mortal? Si eres una divinidad de las que poseen el espacioso cielo, yo te comparo a Arternis, la hija del gran Zeus, en belleza, talle y distinción…’

Pero esto es otra historia, mucho mejor que ésta.

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