Ya está. Estás en el avión o, quizá mejor, en el ferry. Te vas. El cerebro comienza a funcionar de otra manera y empiezas a dejar de lado los automatismos del día a día aunque no te des cuenta. Precisamente estás haciendo lo que tu sistema límbico te pide: explorar, ver las cosas desde otro lugar y otra perspectiva. A no ser que seas el típico simple que va por ahí con el tópico aquel de que ‘echa de menos el jamón y la tortilla de patata’, estás dispuesto a probar todos los sabores posibles del sitio al que vas.
Y, sin embargo, cuando llegas a tu destino, hay veces que te invade un cierto vacío. Qué narices hago aquí, pareces decirte. Es normal. Y la única manera de vencer a esa sensación es darte cuenta que normalmente ésta es consecuencia del cansancio. Preparar un viaje es estresante. Positivamente, pero estresante. Hacemos cosas que no son necesariamente agradables como preparar una maleta o atravesar controles de aeropuertos. No digo nada si encima la conexión entre el aeropuerto y el hotel la hacemos en transporte público (normalmente por miedo a ser estafados o por no querer pagar el absurdo de las tasas de taxi aeroportuarias), probablemente hayamos llegado al hotel mucho más cansados que cualquier día de diario. ‘Empezamos mal’, parece que nos decimos. Pues no: es normal empezar así.
Por eso me pongo pesado con el hotel
Es tu primer amigo en el destino. Ha de gustarte. Y ha de gustarte, todo (localización, habitación, restaurante, vistas) y añado; si tiene el plus de una buena piscina en verano o un buen spà en invierno: probablemente tu cuerpo diga que menos mal que lo has traído hasta allí a pesar de las conversaciones imbéciles que se ha tenido que tragar en la cola de embarque. Ni que decir tiene que si la habitación no te convence, es el momento de decirlo y advertirlo en el check-in. Ni vas a molestar ni te van a ver como un personaje/a raro. Si hay algo que no te convence dentro del rango de lo que has pagado; lo tienes que saber decir e incluso advertir antes de llegar al hotel.
Segundo paso: es el momento de ejecutar tu primera ruta
Cada uno tiene sus rituales al llegar a un destino. Obviamente todo dependerá además de la hora a la que uno llegado. A mí nunca me ha fallado el binomio de: descansar una hora en el hotel (ya desharé la maleta a la noche), explorar el barrio o bajar al centro en una primera ruta que ya tengo planificada desde casa. Y que incluye, por supuesto, un sitio donde comer/cenar. Es la mejor manera de adueñarse del sitio y hacerlo de uno/a. Lo que no sirve de nada es quedarse aturdido sin saber qué hacer y pensar que ‘el viaje empieza mañana’. Esa actitud más habitual de lo que puede parecer simplemente demuestra vagancia e incluso miedo a salir a descubrir la ciudad. Mis mejores recuerdos vienen más de una vez de ese primer vino o esa primera cena en ese destino que tanto he estado esperando conocer o volver a visitar. No desperdiciemos las primeras horas; suelen ser las más mágicas.
Tercer paso: Ahora es cuando me doy cuenta que los viajes están hechos de capas
Aprende a descrifarlas pues al final todo es como una coreografía. Mi manera de hacerlo es, además de lo ya hablado de planificar el viaje (y disfrutar haciéndolo), es empezar la primera mañana con una ‘Obertura’ digna del Tanhaüsser (a mi estilo, claro):
Empezar el día por lo que más me guste: Si es playa, madruga lo suficiente para poder disfrutarla, si son los museos; el primero que veas en el viaje te ha de servir para enamorarte con el destino, si son las compras, baja esa misma mañana a la zona donde consideras comparar. El pistoletazo de salida de un viaje te ha de servir para conectarte de golpe por la vía de las endorfinas con ese destino. Igual lo pudiste hacer el día de tu llegada, pero si tienes tiempo de sobra, regalaría esa primera visita a la primera mañana que pases en el destino.
Los viajes son como las relaciones de pareja; suelen morir víctimas del aburrimiento. De la pasividad; de creer que es la otra parte (en este caso el destino a visitar) quien ha de proponerte suficientes cosas como para aportar valor a esa ‘relación’. Afortunadamente, un/a Travel Solo de categoría, ha sabido explorar lo suficiente durante el previaje para dejar pie a la improvisación (por supuesto), pero al mismo tiempo tener un buen número de posibilidades para hacer de tu viaje algo que merezca la pena…
La comida: come bien (por lo menos el primer día)
Ya lo dije. Pero creo que es imprescindible el primer día. Problema: si has contratado desayuno en el hotel, lo habrás querido probar TODO. Hay un truco que no falla: comer a la hora que cenan los alemanes. Quizá arrastrarás algo de hambre pero podrás darte el gusto de hacer una buena merienda-cena en un sitio que merezca la pena y que puede ya hayas localizado previamente en el Previaje. Mi apuesta es claramente la de comer bien; y comer bien no significa necesariamente gastarse mucho dinero pero las contraprestaciones que te va a conllevar encontrar un sitio donde sepan entender la gastronomía (y que casualmente son los que saben tratar al Travel Solo) te van a aportar mucho más que simplemente apostar por el ahorro o por resolver de una manera ‘fácil’ el trámite de la comida por miedo a sobre costes o no saber entender los sabores.

Los museos son el mejor amigo del Travel Solo…
… si al Travel Solo le gustan los museos, claro. Pero es que además ocurre que la museística ha avanzado ya lo suficiente como para que sea fácil encontrar en un museo no sólo un sitio donde reencontrarse con la cultura sino, además, poder descansar, hacer compras, tomar un refrigerio… O incluso comer. Un ejemplo claro es el restaurant de Musée d’Orsay en París con un menú del mediodía que te permitirá, no sólo comer bien sino además hacerlo en una sala espectacular. Encima, por un precio bastante ajustado para lo que es París….!
Busca algo nuevo y algo viejo
Algo nuevo es algo que nunca sueles buscar o hacer en tu vida normal. Si tu día a día o el desarrollo de tu viaje se parece demasiado a lo que haces en casa, no tiene sentido viajar. Si nunca has hecho submarinismo; apúntate a un curso. Si nunca beberías determinado tipo de cocktails, prueba uno. Si nunca has probado bailar Polka, apúntate. Nadie va a estar cerca para pasar verguenza por ti, y con un poco de suerte, dejarás de tenerla siempre. Viajar es una manera de hackearse; de encontrar otros circuitos neuronales que no tienes explorados y que te sorprenderías que puedes poner en marcha.. Nunca he conocido a nadie que se sienta solo viajando solo, pero sí he conocido (y me he visto) a personas que viajan solas y/o acompañadas que se han sentido decepcionadas del viaje principalmente por el aburrimiento de no saber qué hacer; por las colas, por la decepción de pasar horas yendo de un sitio a otro sin demasiada intencionalidad. Saber viajar es una habilidad que se desarrolla con el tiempo. De la misma manera, creo que es bueno ser repetitivo y repetir un ritual que nos guste en todos los viajes. Quizá es comprarse una camisa, o buscar un dulce o el mejor café de la ciudad. Son rituales que nos gusta hacer en todos los viajes y que nos hacen despertar el reflejo pauloviano, placentero, que sólo despierta algo tan mágico como viajar.
El miedo a la soledad de la noche
Vale; aquí llego a un punto ‘delicado’. Se acerca la noche y si bien el hotel ya hemos dicho que puede que te ofrezca más que dignos espacios donde tomarse un cóctail o tomar algo, lo cierto es que se acerca el fin de semana y no te apetece retirarte pronto a la soledad del dormitorio. Tampoco te hace mucho la imagen de acodarte en un bar (cuando ésto, en paises anglosajones es lo más normal del mundo). Aquí van dos o tres cuestiones que me han funcionado:
- Actuaciones en directo en bares (o conciertos). No te sentirás solo pues todo el mundo está (o debería estar) pendiente del artista. Puedes estar tomando algo sentado o de pie, disfrutando de la música sin sentirte incómodo e incluso conocer a alguien pues hay un ‘hilo conector’ que es la música. Rara es la ciudad que no tiene actuaciones en directo en algún sitio. Aplicable a otro tipo de espectáculos (humor, performance o incluso música electrónica)
- Galerías que abren tarde/museos nocturnos: infórmate pues muchas ciudades (sobre todo, capitales europeas, organizan recorridos muy interesantes durante la noche a los que muchas veces acuden locales que precisamente son ideales para conectar)
- Discotecas: para lo que bailen bien, puede ser una opción (o lo será en el post-Covid), conozco gente que viaja a Berlin o Londres sola para bailar en determinados clubs.
- Cursos de cocina monográficos: el ideal si te gusta cocinar. Por varias razones: aprendes el idioma (si estás fuera), eres el elemento exótico, suele estar frecuentado por locales que se interesan por la gastronomía, y… se suele cenar lo que has preparado.
- Eventos específicamente creados para gente que viaja sola (más fácil?), el problema es que los viajeros ‘solos’ solemos ver estos encuentros como sitios para gente rara que viaja sola. Tiene cojones (con perdón), pero es así. Y lo peor es que a veces ‘es así’ pues puede tocarte el simpaticote de turno que intenta forzar la química. Son una lotería estos eventos, pero no los desprecies… Te pongo ejemplos en siguientes artículos…

Lee y escribe… Lo justo
No hace falta pasarse todo el viaje como una nécora pegada a un libro o a un cuaderno de notas o intentando sacar adelante un artículo de blog como éste. Aunque lo cierto es que la lectura y la escritura suelen ser una buena manera de descansar y pasar tiempo en cafeterías que merecen la pena. No sociabilizarás con nadie pero te sirve como manera de conexión muy especial con el lugar. Sobre todo si aprendes a reflexionar por escrito el porqué sientes lo que sientes cuando estás ahí. .
Compra un libro. Haz fotos. Roba canciones
Sí. Róbalas. Con Shazam. Hazte una lista de las canciones que vas escuchando por la calle, en el restaurante, en ese bar… Etiquétalas bien. Y haz fotos de detalles aparentemente banales, cuestiones que te ayuden a entender de nuevo ese viaje cuando las revises después. Te ayudarán a tener un album diferente de tu viaje y a sacar conclusiones de porqué deberías volver a hacer eso de viajar ya sea solo o esta vez acompañado.