Narbonne, mon amie… o el mejor Buffet del mundo

Artículo incialmente publicado en revista Évoque

Como uno no tiene entre sus muchas ineludibles inquietudes la de planificarle a la gente sus puentes y demás escapadas ejerciendo como un predicador del ocio más o de cómo debe uno invertir las horas que tanto tiempo nos cuesta sudar (o quizá es al revés pero a estas horas da igual) la verdad es que no debería ser yo el que escribiese este artículo. Pero resulta que me han venido esas ganas como todavía no me han venido las de la de la paternidad o la de meterme en una hipoteca o la de echarme pareja para sólo ir a cenas de parejas a hablar de cosas que no me importan demasiado aún. Y es por ello que les cuento algo sobre Narbonne. Sitio al que pienso, si el deber no me lo impide, escaparme de nuevo en el puente de Reyes o lo más pronto posible, en su defecto.

Ocurre que de vez en cuando te llaman para cubrir un evento o ir a conocer un sitio que merece la pena conozca la audiencia del medio para el que trabajas como es el caso de esta rareza de Blog. Encuentras en esto encargos de todo tipo; algunos van de lo más tedioso a lo más rocambolesco. Normalmente no vas. Pocas veces sin embargo se le presenta a uno la posibilidad de conocer un lugar en el que el que se den la mano el interés turístico insospechado y el enorme valor gastronómico presentido (estamos hablando de una ciudad francesa, señores… que son, digámoslo así, como catalanes que no pierden el tiempo en según qué cosas) pero no del todo valorado por guías, bloggers, articulistas,viajeros polimorfos (instagrameros hashteadores hasta el hastío, mochileros plastas o no, foodies de opinión más o menos pseudoapetecible o simplemente amantes de acumular kilómetros para luego contarlo o quedárselo dentro que siempre es lo mejor)

Alguien pidió langosta?

A esta conclusión llegué después de conocer Narbonne. Un sitio que no entiende el que esto escribe el no haber sido conocida antes (por el que esto escribe, alguna de sus pesadas exnovias instagrameras o su sufrido círculo más o menos foodiemongolo, o dejémoslo más o menos gozón) o por nadie que me ronde la mente en estos últimos años sea en medio impreso, virtual u, dejémoslo ahí, oral. Puede ser que la razón que más pese sea la misma que ejerce como una especie de cortina a esta misma ciudad que sólo cuenta con 100 kms desde la frontera Española (2 horas y media en coche desde Barcelona… por ejemplo) y que tiene como competidores en cuanto a “naming” turístico se refiere (ahora que el márketing lo inunda todo como un mantra plastosito) a sitios tan habituales como Montpellier, Arles, Nimes o Marseille. Dignos competidores, claro. Pero grandes distractores de atención de un sitio que puede merecer mucho la pena.

Pasa con Narbonne por tanto lo que a determinados buenos vinos; son apantallados en las estanterías por nombres que a todos suenan y a los que todos vamos como si nos fuese la vida, no asumiendo el riesgo de probar algo distinto bajo pena de ser acusado por el dedo de los muchos “entendidos” que todos tenemos a nuestro alrededor siempre (con sus hashtags, con sus “yo ya lo he probado”) y, entrando ya en materia, aquí es donde precisamente nos damos de narices con tres denominaciones de origen que tienen bajo el paraguas de los Grands Vins du Languedoc joyas como un Les Coteaux de Narbonne, un Minervois (concebido en cooperativa y a un precio que haría cantar coplas a mi admirado Ferrán Centelles) y, entre otros, un Château Pech Redon-La Clape que hará las delicias de los crecientes y verdaderos (entre los que me encuentro) amantes del blanco francés y… más amantes aún de no pagar precios excesivos por botella en la madre patria de las botellas. Cuestión que se agradece. Y la razón es que, intuyo, todavía no se han dado sobradamente a conocer. Aún. O sea que aprovechen

Pero hablábamos de un plan, una hoja de ruta. Si les puedo sugerir uno, cosa que insisto no me gusta hacer pues pienso que cuando uno cae en una ciudad lo mejor que debe hacer es ejercer como un paracaidista que se ha descolgado allí sin saber muy bien qué encontrarse, les diré que la ruta por el casco antiguo de la ciudad tiene el carácter de lo que abarcaríamos bajo el amplio paraguas de lo “mandatorio” por no decir que tenéis que hacerlo sí o sí porque os perdéis algo muy digno en materia de compras, gastronomía e historia. Lo atestigua su calzada romana (la misma Vía Augusta que pasa por Tarragona, Bcn y medio levante) su catedral de San Justo y Pastor, y sus muy apuestas calles empedradas donde podrán encontrar todo tipo de comercios, pequeños restaurantes y hasta un mercadillo de productos locales todos los Sábados. Si van en época de buen tiempo, las playas cercanas a la ciudad son excelentes y son muchas las excursio
nes de todo tipo que la Oficina de Turismo de Narbonne les puede proponer. Pero sin duda lo que les gustará a los adictos a las compras gastronómicas es el mercado central, Les Halles de Narbonne. Hemos de señalar que el río Aude se ramifica en múltiples canales navegables, uno de ellos precisamente pasa por el centro de la ciudad y su mercado conserva intacta la memoria de ser punto de descarga de materia prima y alimentos de primera calidad convirtiéndose el río en un Dealer de primera de productos que aún hoy persisten en insisten en ser vendidos allí. Dentro deLes Halles de Narbonne podrán no sólo comprar los mejores quesos de esta parte de Francia a múltiples queseros que van de lo más simpático a lo más francesamente antipático pero siempre de una profesionalidad que ya quisiéramos en otros sitios a la hora de recomendar y, se agradece; no contaminados de fórmulas de especial atención hacia turistas para bien o para mal. Siempre además, podrán comer algo en alguno de los puestos que, a modo de los ya conocidos Quim de la Boquería en Barcelona, sirven, a un precio bastante ajustado (sin sablazos LonelyPlanet, vamos, sin pagar la gamba a precio de gramo de Peyote, vamos…) una gran variedad de productos de temporada del propio mercado.

Si queremos entrar en aspectos de restauración; sitios como La Table de Saint Crescent (dirigido por Lionel Giraud) o Les Bouïs (en una terraza panorámica con vistas a los viñedos de la finca) son dos lugares a recomendar. Aunque el que esto escribe pudo acabar felizmente con uno de los prejuicios más asentados entre los amantes de la gastronomía tras conocer el Buffet regentado por Monsieur Louis Privat desde hace más de 15 años bajo el nombre de Les Grands Buffets.

Y es aquí donde quiero acabar pues merece capítulo aparte este sitio donde, bajo la en otros lugares maltratada fórmula del buffet, podemos encontrar una increíble selección culinaria articulada en torno a un inmenso asador panorámico donde a uno le preparan al momento desde un bogavante a un entrecotte o una langosta a la Thermidor a una zona dedicada únicamente al mar con Ostras de Gruissan, ahumados y mariscos, una innumerable variedad de quesos y más de 100 variedades de pasteles elaborados diariamente por un maestro pastelero. Por último la zona de vinos, con más de 70 referencias de la zona se v
ende een restaurante a precio de distribuidor pudiéndose consumir por copa pues el sistema de apertura de botella se efectúa bajo el ya usado en otros sitios sistema de inyección de gas Argón que permite mantener el vino en las más óptimas condiciones una vez descorchado. Un sitio que merece sobremanera ser conocido por todo amante de la comida de calidad y, por qué no decirlo, de los gozosos excesos… Les animo a que visiten, si no me creen, la valoración que se hace de Les Grands Buffets en TripAdvisor y que juzguen y valoren. Es difícil, opino, encontrar mejor y más completa oferta gastronómica en Francia por un precio más ajustado para un Buffet de esta calidad (25euros) al que uno sueña con volver con algún buen amigo o amiga que se digne a felizmente reventar costuras.

Copyright 2015 Gonzalo A. Pérez

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