COSAS QUE HACEN (ALGUNOS) RESTAURANTES CUANDO VIAJAS SOLO

‘Lo que has estado a punto de hacer, está muy feo’. Le dije a la camarera. Ella me sonrió pues sabía que yo tenía razón. Fue en la isla de Corfú, en un restaurante de comida local. Y me acababa de ocurrir lo que otras veces ya me había pasado en otros sitios: la camarera, al ver que pedía mesa sólo para uno (y teniendo mesas pequeñas libres más que de sobra en la terraza), me señaló una de interior, pegada a la barra del restaurante, casi de cara a la pared. Castigado por viajar solo. Al ver mi cara, y que no aceptaba moverme del sitio en la dirección que me señalaba, resolvió sobre la marcha dándome una de las mesas que me hubiese dado de haber ido acompañado. Tan amigos. Ese día tenía derecho no sólo a pagar la cuenta sino a sentarme en un lugar decente.

Vaya de nuevo de antemano que mis mejores experiencias en viajes han sido muchas veces gracias a lo ocurrido en restaurantes; propietarios y encargados/as que me han dedicado su tiempo antes y después de servirme, que me han preguntado de dónde venía y, muy importante, al comprobar mi interés por la gastronomía del sitio, se han interesado por la razón de ‘haber sido elegidos’ ellos. Han sido muchísimas más las experiencias positivas que las negativas. Sin embargo, como sí que han existido las malas y creo que los viajeros solitarios somos víctimas propiciatorias de cierto tipo de prácticas, quiero hablar de un tema que a mí mismo me incomoda por el cariño que tengo hacia un gremio que se dedica en su gran mayoría a algo tan encomiable como hacernos entender los lugares a través de la comida, en muchos casos jugándose la salud, la economía, y la vida familiar…

Sitios de enfoque puramente turístico suelen ser rápidos sacacuartos. Como el malogrado Mercat del Peix de Menorca (del que te recomiendo no hacer otra cosa que huir)

En cualquier caso quiero citar algunos ejemplos de cuestiones que ocurren cuando escogemos mal un restaurante (porque muchas veces no nos queda otra), o cuando se han confundido ellos del tipo de comensal que eres. Hay cuestiones que sin ir predispuesto al conflicto, no acepto ya (prefiero no cenar y comer algo en el hotel). Estas son algunas de ellas. Cosas con las que creo que debes ir con cuidado pues, no queriendo hablar mal del castigado gremio de restauradores, pueden ocurrir a veces con según que negocios:

Que te quieran colocar alguno de los platos más caros para ‘compensar’

Distingamos. Hay veces que la recomendación de un plato más caro, aunque suponga un sobrecoste respecto a la media de la carta del local, es lícita pues se pretende recomendar algo especial que va a hacer mejor tu experiencia en este restaurante., Pero tened clara una cosa: si hay un camarero listillo en el local, os va a tocar a vosotros. Habrá sitios que querrán compensar el hecho de que no estén amortizando toda la mesa contigo. Eres además ‘objetivo fácil’. Un ‘plato recomendado’ por otro lado en ciertos casos puede ir vinculado a algo que se quieren sacar en cocina de en medio. Preguntad el precio y valorad si realmente merece la pena. Ojo: es igualmente fácil encontrarte al restaurador digno de su nombre que te advierte de que esás pidiendo demasiado.

Ojo con la bebida

Ya hemos hablado del sitio. Pero si aquí no suele ocurrir tanto el hecho de quererte rellenar la copa porque sí (salvo que estés en un sacacuartos para turistas), puede ocurrir que el vino que te pongan lleve unas cuantas noches en la botella. Si es blanco, eso será imbebible. Pregunta cuándo han descorchado.

Ojo con los postres

Ni solo ni acompañado. No son muchos los locales que tienen tiempo para preparar una línea de trabajo de postres. Es habitual que sean comprados. Si lo son, que te cuenten de quien. Si te van a cobrar 8 euros por una torrija y helado igual te sale más a cuenta (por invertir tu tiempo en otro sitio), ir a una pastelería de la zona.

Ojo con el ‘Complejo de Estocolmo’

Ya sabes. Como viajas solo, casi asumes que te han hecho un favor por darte mesa en un sitio popular. Y te pides lo que sea o te dejas colocar lo que sea. Come realmente lo que te apetece.

Ojo con que te echen

Cuestiones como que te empiecen a retirar el plato dos segundos después de la penúltima cucharada quieren decir que quieren llenar tu mesa con alguien más ‘productivo’. Amablemente (o secamente) haz saber que quieres disfrutar del sitio a tu ritmo.

Ojo con la propina

Parece que nos han hecho un favor sentándonos. Igual no nos han tratado del todo bien, pero hemos pasado la prueba de comer solos. No sugiero nada pero más de una vez me he ido con la sensación de haberle dejado propina a un imbécil. NO premies según que actitudes. Guarda tu dinero para la persona que sí te atiende bien, que incluso te da conversación, que te habla de los platos.

El quiz final de todo

Escoge solo locales con ‘concepto demostrado y cariño por el oficio’. Sé que es difícil a veces atinar y que es fácil que en un viaje un par de experiencias te salgan malas. Pero informándose antes (Hola, pre-viaje), es fácil encontrar a través de críticas, blogs, señales externas indudables de que ese sitio aprecia al buen comensal. A veces basta una ojeada a sus redes sociales; ver cómo hablan de su propio personal o de otros clientes…

Al margen del olfato, de huir de las zonas excesivamente turísticas, de informarse previamente, lo mejor es convertir al restaurante en el centro alrededor del que pivota la visita a un determinado distrito. Se le debe dar la importancia que tiene y dedicar tiempo a mirar las webs y las cartas in situ de los sitios que previamente hemos elegido. Al fin y al cabo, esa búsqueda es perfecta para ayudarnos a entender el barrio que hemos decidido visitar y, sin duda, nos ayudará a descubrir cosas.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *